sábado, 1 de enero de 2011

Contra la soledad

Desde dentro de la tormenta, nadie sabe de la temperatura de cada gota, ni del origen del viento que la empuja. Uno sólo se siente mojado por fuera o por dentro y calcula un sitio o unos labios en los que guarecerse.

Ninguna de las cosas que merecen la pena se aprenden y es una lástima que nadie pueda enseñarme a quitar el tapón del desagüe por el que se van las penas aprendidas y las que uno se resiste a merecer.

Cuando no sé qué decir, es cuando más necesito saber lo que digo. Cuando no sé a quién llamar, es cuando más necesito ser llamado. Pero si hay cosas que merecen la pena, cuanta más pena merecen, menos importa hacerlas aunque nos salgan mal. Contra la soledad no bastan las palabras, es cierto, pero tampoco sobran.